Jalisco, 1810-2010

Amo Torres.

Rubén Martín / Público, 16 septiembre 2010

En el imaginario popular mexicano está latente la idea de que este 2010 pueda repetirse el ciclo insurgente ocurrido en 1810 y en 1910. Ciertamente, como hace doscientos y hace cien años, hay quizá millones de mexicanos hartos con el estado social que impera en el país. Pero eso no basta para iniciar otra revolución social.

Las revoluciones no estallan por el voluntarismo de algunas vanguardias que creen que saben por donde deben conducir al pueblo. El orden social estalla cuando se acumula tal presión desde abajo, por la suma de agravios y condiciones sociales intolerables. Quien sabe si esto se esté acumulando en México, el debate está en el terreno de lo indeterminado. En cambio, lo que sí podemos explorar son las condiciones sociales y de los sujetos que propiciaron el periodo de insurgencias y rebeliones que conocemos como Independencia.

Aunque no fue el elemento decisivo, el contexto internacional y geopolítico ayuda a comprender los cambios socio-económicos que se estaban promoviendo a fines del siglo XVII y a principios del siglo XVIII en la Nueva Galicia.

Por un lado, la española era una monarquía en declive que había dejado de ser hacía mucho tiempo el Estado más fuerte de Europa. En lo económico primero Holanda y luego Gran Bretaña aventajaban a España, y en lo político Gran Bretaña y Francia se disputaban la hegemonía que en algún tiempo tuvieron los monarcas españoles. Pero los borbones pretendieron dar un último respiro a su imperio promoviendo un conjunto de cambios administrativos, políticos y económicos que tuvieron enormes repercusiones sociales en las colonias americanas.

Dichos cambios fueron una profunda reestructuración económica que aumentaron las cargas de trabajo, además de que el crecimiento de la población produjo una presión por las tierras que se resolvió por la vía de despojos agrarios a cientos de comunidades indígenas y rurales.

Erik Van Young, nos cuenta en el ensayo «Hacia la insurrección: orígenes agrarios de la rebelión de Hidalgo en la región de Guadalajara», (en la compilación de Friederich Katz, Revuelta, rebelión y revolución: la lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, México, ediciones ERA, 1990) que «La tendencia a la monetarización de la economía rural, cada vez más clara durante el último periodo colonial, proporcionaba la oportunidad de adquirir riqueza, mientras las condiciones de la mayoría de los habitantes del campo parecen haber empeorado apreciablemente».

Para Van Young, las condiciones que imperaron en la región de Guadalajara fueron las siguientes:

1) Una presión demográfica en el sector campesino de la economía;

2) un descenso en el nivel de vida de amplios grupos de habitantes rurales, tanto campesinos como trabajadores; 3) una creciente proletarización de la población rural;

4) tensiones y conflictos sociales generalizados, con frecuencia en torno a la propiedad y o el control de la tierra; y 5) amenazas contra una forma tradicional de vida y su símbolo, el pueblo campesino, procedentes de la propia comunidad.

Pero las rebeliones no estallaron de manera mecánica por las condiciones económicas. Las rebeliones se derivan de la decisión de los sujetos de decir basta a su orden social. Las múltiples rebeliones que ocurrieron en lo que ahora es Jalisco no surgieron a partir del grito de Hidalgo; por el contrario, los largos años de lucha, aprendizaje y decisión de decir basta propiciaron que Hidalgo encontrara en la región de Guadalajara un poderoso foco insurgente.

Este era el cuadro social imperante en 1810 en la región que ahora es Jalisco. Como se puede apreciar, muchos de las piezas que armaban el rompecabezas hace dos siglos están también ahora presentes.

Por un lado, la crisis del modelo de desarrollo estabilizados de 1970 dio paso a una profunda reestructuración capitalista neoliberal (como en su tiempo las reformas borbónicas), dichas reformas han tenido como consecuencia principal un aumento en las cargas de trabajo a quienes viven de vender su fuerza de trabajo, y al mismo tiempo presenciamos un periodo de intensificación de conflictos por la tierra debido a la masa de capital en busca de inversiones rentable en sectores como el turístico (Tenacatita, Mezcala), minero (Ayotitlán) o comercial (ejido El Zapote).

En resumen, parece que en 2010 están presentes condiciones sociales que estaban presentes hace en 1810.

 

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